jueves, julio 21, 2016

BITÁCORA IV...Helsinki

Menos mal que no me he de someter a una analítica en ese momento; no encontrarían sangre, sería la primera mujer desangrada a favor del alcohol. Mi tío Ángel parece que se va a comer el mundo, pero luego se achica y tiene que ir salvamento marítimo, es decir, su sobrina, para que tome su Martini. Los ponen tan pequeños que ya nos tuvimos que sentar en la barra y desarrollar la escena de la película “Armas de mujer” en la que dice la prota después de haberse bebido la destilería entera de tequilas “Tengo una mente para las finanzas y un cuerpo para el pecado”, pues mi Tito y yo en versión Martini. Como ambos somos muy risueños, pues la risa floja que navegaba a babor y a estribor en nuestras caras ni se notaba. ¡Es la caña!, beber y beber, comer y comer, con solo sacar la tarjetita; me la he atado al cuello para no perderla y no volver a mi estado inicial de no identificada por las maquinitas. Me he especializado en comida italiana: espaguetis y lasaña, están de muerte. A las cinco nos dan la merienda. En el cuerpo no te cabe nada, hoy me he comido media Italia, pero colas y colas para merendar y donde fueres, haz lo que vieres, así que yo también meriendo unas ricas tartaletas de crema con frutas. Como mi tía Mª Eugenia ni come ni bebe, así está ella de estupenda, yo la pido un Mojito y se la pone cara de pilla. Me encanta el carácter de mi tía. Se apunta a un bombardeo y todo la gusta, disfruta y la llama la atención. Por cierto a mi Tito también le ha surgido su obra de caridad personal encarnada en un chaval joven que habla más que mi Ángeles. Trato de escabullirme, pero Tito me agarra por el cuello para que aguante a su papagayo personal. Al final le salvo diciendo como Colón ¡Tierra, tierra!... Estamos llegando a Helsinki.

Lo primero que te sorprende de esta pequeña ciudad que de arte no tiene nada, una iglesia llamativa llamada "La Roca" y la catedral que es la que veis en la foto y la estación de ferrocarril
en art nouveau que, por cierto Tim Burton se basó en ella para la película de Batman, no más. Lo que más destaca de Helsinki es la propia naturaleza, la exuberancia de sus parques; son bellísimos, y el cementerio, una pasada, ahí de muerto tienes que descansar divinamente. Delicioso es el puerto urbano rodeado de mercadillos de comida ¡Un kg de fresas 10 €, cerezas a 6 €!, el precio del alcohol prohibitivo así islandeses se pasan la vida en el ferri destino Estonia con un carrito que cuando vuelve rezuma cervezas. Los hombres islandeses  son armarios, los perfectos jugadores de rugby. La cabeza pelada, pendientes en las orejas y muchos con barbas muy pobladas…Digo yo que serán descendientes de Asterix, de Obelix no que era muy raquítico. La ciudad está limpísima; me tengo que merendar mis colillas para no manchar el suelo. Casi perezco por el atropello de un tranvía, tranvías de fabricación Made in Spain ¡Ole!
Pues sí, iba hablando con mi madre, que la mujer no se aclaraba si su hija se había ido al Congo o al Círculo polar ártico cuando el tranvía casi me enviste… Por cierto, para los islandeses el verano llega con los 15 grados; con 23 grados, se mueren directamente. Entre tanto pino y abedules gigantes, las florecillas emergen en cestos muy graciosos y coloristas.
Hora de volver al barco ¡Borregos al autobús!, no dice eso la guía, claro, pero a mí me suena así.
Lo que no sabía era lo que me esperaba a la vuelta en el barco. Uno de los momentos más místicos y hermosos de mí vida. Pero eso os lo contaré mañana…

No hay comentarios: