miércoles, noviembre 23, 2016

MADRE


Madre, déjame que te seque los ojos; por tu cara ruedan estrellas penitentes, apagadas como cirios, mustias cual flores marchitas.
Están temblando tus manos… Lo sé, es el requiebro de las sombras que las apenan.
Ahí sentada, con la vista perdida, das lástima hasta tu propia pena. Lo intuyo, no hay nadie que te escuche si no es el eco de la ausencia.
Estás esperando a que la nada te diluya. Y tarda tanto…

Desde esta mañana sientes miedo y aún es de día. ¿Qué pasará esta noche cuando el ruido del mundo calle y la oscuridad se ciña a tu cintura? Tu corazón aún tiritará más porque las tinieblas son como la muerte; apagan todo.

Madre, no me ves, no me sientes…, pero estoy a tu lado.

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