viernes, diciembre 02, 2016

SE VA EL CAIMÁN, SE VA PARA BARRANQUILLA

Tengo mucha pena, una penita gorda. Uno de mis niños se independiza y me da una lástima, si es que es un niño, solo tiene una treintena de locuras a sus espaldas y una mente de quince. Mi Pepe me dijo “Ya es hora, hija, ya es hora” ¡Qué rancio es, leches! Cómo se nota que no se jugó el tipo por esa criatura de novecientos gramos sin kilos de por medio como yo. En su mente pragmática me añade “Tú te fuiste a los veintiséis” Yo me callo porque mis interiores dicen “Ojala no me hubiera ido, la gran ciudad nunca fue para mí, me pasó lo mismito que a Paco Martínez Soria”, pero me callo porque muy en el fondo tiene razón. Luego mi Peluche me reflexiona “Mami tengo que aprender a madurar” Y ahí ya no me callo “Hijo yo con la independencia matrimonial desmaduré y desmadré. Me fui con veintiséis y ahora tengo catorce, muy arrugados pero catorce” Luego me arrepiento de haberle hecho esta confesión tan intima porque con estas confesiones lo único que te traen es que nadie te tome enserio como es mi caso.
Pero como la cosa va de verdad verdadera que se larga con sus chismes y los cientos de zapatillas de correr que tiene, me he brindado a hacerle el ajuar. He visto unas sábanas en Almacenes España de amapolas y otras de margaritas ideales; se lo cuento emocionada y me contesta “Mami no se te olvide nunca tu mal gusto. Las quiero negras” Rápidamente llamo a mi madre para hallar consuelo y cuando la narro mi pena negra por unas sábanas negras, mi madre que está sorda ya de por vida y que no quiere ponerse trompetilla porque aún es joven me dice ¿No es un poco oscuro que pintes la casa de negro? Lo bueno del estado de mi madre es que después de media vida más un cuarto discutiendo con ella y ella conmigo, ahora no se entera de qué va la vida. No obstante insisto porque entre el búho en el techo y el negro de las sábanas estoy en un ay. Para que mi madre se centre, hay una palabra mágica. Nuestro perro su palabra fetiche es “Galletita”, pues bien la de mi madre es el nombre de mi Peluche. Ahí saca las parabólicas a relucir y me pregunta sobrexcitada ¿Una novia  de qué color, hija? Ahí la dejo, no me hago con mi madre.
He llorado profusamente por esa penita de perder pollo en edad de crecer, ¿qué va a ser de mí los viernes en los que limpiaba amorosamente su habitación y encontraba por el suelo hasta doce céntimos un día, que rápidamente los metía en la hucha de viajar?… Ahora sin hijo, sin polvo que limpiar ni céntimos para viajar, ni siquiera cotillear en sus chismes. ¡Ojo! Soy madre discretísima, jamás he tocado nada de mis peluches, ha sido el plumero que ya que pasaba el Pisuerga por Valladolid pues…
En fin ya estoy haciendo proyectos para la habitación de mi niño. Primero la subastaré a mi otro Peluche, como ese es muy suyo a la par que agarrado, no pujará por los metros cuadrados libres de dueño, así que no me quedará que pujar yo y quedarme con ella. Eso sí, su cama y sus trofeos se quedarán in memoriam de mi gran Peluche. El resto ya se lo puede llevar o se lo tiro por la ventana.

¡Buen fin de semana!

3 comentarios:

Pedro Luso de Carvalho dijo...

Olá Mª Ángeles.
Gostei muito de seu relato, fruto de técnica e de sensibilidade.
Destaco do relato, este belo trecho:

“He llorado profusamente por esa penita de perder pollo en edad de crecer, ¿qué va a ser de mí los viernes en los que limpiaba amorosamente su habitación y encontraba por el suelo hasta doce céntimos un día, que rápidamente los metía en la hucha de viajar?… “

Aguardo tua prestigiosa visita, querida amiga. Bjs.

Ambar dijo...

Con que gracia describes el síndrome del nido vacío. No sabes cuánto me he reído.
Besos

PEPE LASALA dijo...

Es normal Mª Ángeles, tiene que emprender su rumbo, pero... ¿sabes qué?, que cuando os vea se alegrará mucho más. Ya verás como sí. Un beso gordo y buen finde.
P.D.: No le tires las cosas por la ventana miarma, que le gustará verlas cada vez que vaya.